Una vez más se descubría colocando el mismo cd, iba a escuchar de nuevo la misma música. Eso lo llevó a pensar si acaso se estaba obsesionando. Comenzó a recapitular su actuar de las últimas semanas y descubrió que recorria las mismas calles varias veces en el día, que había visto una y otra vez las mismas películas, que revisaba y revisaba sus correo recibidos, hasta incluso los enviados.
Así era, quería saber todo de aquella persona, de dónde venía, qué había sido de su ser, por qué reaccionaba de ese modo, buscaba cómo justificar su actuar. En el fondo buscaba entenderle, conocerle.
"Pero de una curiosidad a una obsesión hay un océano de distancia", se respondía. Y era cierto, la diferencia la había marcado un hecho, la gota que hizo que se derramara de esa copa el jugo de la vid; el haber ido a contratar a esa detective.
Ella, sin duda era buena en su trabajo, es por eso que ante su primer descubrimiento llegó a decirle: "si quiere saber más de si mismo vaya al psicólogo y no malgaste mi tiempo".
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